Un buenos días mientras el oro negro que sale en tu cafetera queda listo para darte el primer emujón tras salir de las sábanas.
Por el cristal, mojado por la lluvia, divisas a un par de emperchados que tienen toda la pinta de ser de esos afortunados que aún trabajan y van camino de ello. También puedes ver al que limpia cristales a cambio de alguna moneda en la rotonda de San Sebastián, así como a los dos hombres que viven a las puertas del Supercor, esperando a que con los primeros rayos de luz el amasijo de hierros se abra y les dejen pasar al baño.
Lo tienes claro. Hoy será otro día en el que lamentarás lo que está ocurriendo en Siria, y pondrás el grito en el cielo cuando oigas hablar de la censura en Corea del Norte. ¡Ni hablar de Cuba o Venezuela!.
Comienzas tu repaso a la prensa. Probablemente, se te vuelva a olvidar, porque a alguno le interese,
que lo maloliente lo tienes a la vuelta de la esquina.
Que en tu isla ya han caído dos alcaldes borrachos, que vivimos en un país en el que resulta sorprendentemente fácil vetar a algunos de los medios más leídos y escuchados, pero se le da extrema importancia, por esos que son tus «compañeros» al agujero que Rajoy tenía en la planta del zapato.
Volverás a escandalizarte si un estudiante egipcio muere defendiendo sus derechos en las manos de unos asquerosos neonazis, pero pensarás que ese ruido que llega por twitter sobre la persecución policial en Gamonal es un hecho aislado ante cuatro adolescentes rebeldes que tenían el cuerpo golfo.
Te vuelve a la cabeza, por un momento, la cara del Ministro Wert, cual señor Burns, contestando a Ana Pastor el pasado domingo. Y te asalta nuevamente la duda: ¿Por qué se reía tanto?¿Le hacían gracia los pocos -18.000-profesores menos o el aumento de la tasas «porque la Universidad no es obligatoria»?.
Tú sigues con tu taza. En cuestión de unos minutos se ha esfumado, dejando solo el rastro del humo por la cerámica caliente. Tus pensamientos, tras la dosis de cafeína mañanera, han tomado el mismo camino. Parece que unos instantes de reflexión no serán suficientes para cambiar lo que hay al otro lado del cristal.
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