En esta tierra, preciosa por sus paisaje y aún más bonita por su gente, tenemos un problema: somos extremistas. Exagerados y extremistas. Y, una vez más, tenemos un ejemplo en el caso Ayoze.
El niño prodigio blanquiazul está que se sale y eso no hay quien lo discuta. Por suerte, parece que tiene la cabeza lo suficientemente amueblada como para no perderla entre tanto elogio. El resto, no se si lo tenemos tan claro.
Foto: Deporpress |
Tenemos la fea costumbre de llevar a los nuestros de un charco de barro, donde son lo peor, a la gala del Balón de oro, convirtiéndolos en estrellas en unos pocos minutos disputados. Y no; ni una cosa ni la otra.
Ni Ayoze era un paquete hace dos meses cuando chupaba banquillo, ni es una estrella ahora que se ha convertido en la pieza clave de un Tenerife que poco a poco va remontando el vuelo.
Cervera, que nos guste o no maneja los tiempos y conoce lo que hace, sabe que tiene una perla y que es su momento, que si no es aquí, sera en un grande, pero que este niño va a ser de esos de los que podamos presumir de haberlo visto jugar en el césped del Rodríguez López.
El míster sabe que tiene, posiblemente, a uno de los jugadores con más talento y futuro de la segunda división, y va a hacer todo lo posible para que su determinación aúpe al equipo en la tabla clasificatoria. Ayoze jugará y jugará, y los aficionados de a pie, lo disfrutaremos.
Pero ojo. Al «niño» le saldrán partidos normales, regulares, incluso malo. El «crack», que acaba de cumplir 20 añitos, tiene mucho que aprender. Eso sí, la magia, la trae de casa.
Disfrutemos mientras podamos, no sabemos si se comerá el turrón en las islas o por contrario vendrá alguien y le pague lo que se merece y el Tenerife no le da, alguien que le arrebate ese número del filial que lleva a la espalda y que, por muy joven que sea, no merece.
Pero por favor, dejémonos de esos «Ayoze selección», de poner en un pedestal a un chiquillo que, por lo pronto, reparte sonrisas entre el tinerfeñismo con cada gol que marca y cada asistencia que da.
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